El agua potable y el saneamiento son indispensables para la vida y la salud, así como son fundamentales para la dignidad de toda persona[2]. No obstante, la realidad es que 884 millones de personas carecen de acceso a fuentes mejoradas de agua potable y 2.500 millones no disponen de servicios mejorados de saneamiento[3]. Algunas de las causas de la actual crisis del agua y el saneamiento radican en la pobreza, las desigualdades y la disparidad en las relaciones de poder[4]. Esto se ve agravado por retos sociales y ambientales como la urbanización acelerada, el cambio climático y la creciente contaminación y disminución de los recursos hídricos[5].
Según Peña, un aspecto relevante en la administración del agua es la tensión permanente entre las iniciativas de conservación y la monetización de este recurso vital[6]. Esto se debe, en gran medida, a que el manejo de las reservas hídricas está basado en su importancia estratégica y el valor monetario adquirido[7]. En este sentido, dicha tensión es el correlato del valor estratégico del agua en las sociedades contemporáneas, lo cual pone su administración en un lugar central para el Estado[8].
Actualmente Bogotá pasa por un proceso de racionamiento de agua que se había previsto en algunos estudios relacionados a la gobernanza del agua del Sistema Chingaza, el cual fue creado a mediados del siglo XX por la ausencia de una fuente de abastecimiento de agua confiable y suficiente para los habitantes de la ciudad[9]. Así, para Peña, la construcción de este sistema fue una respuesta a las necesidades de la expansión urbana y del déficit de agua de la época.
El Sistema Chingaza parte del modelo de ordenamiento en clave de cuencas hidrográficas referido a la unidad territorial más adecuada para la gestión del agua, por sus características espaciales y por ser una estrategia óptima para el manejo sustentable del agua[10]. Por tanto, son espacios físicos que concentran la oferta del bien hídrico que proviene de las lluvias dentro del ciclo hidrológico[11]. En este modelo de ordenamiento se reconoció la importancia de hacer uso de la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (GIRH) como mecanismo propicio para la toma de decisiones en el manejo, protección, uso, asignación y conservación del recurso hídrico[12]. Sin embargo, para Hernández, la aplicación de estas formas de ordenamiento ha tenido algunas dificultades en la práctica.
Para Ramirez y Yepes, uno de los elementos problemáticos tiene que ver con las características espaciales de la cuenca. La especificidad de tomar la cuenca hidrográfica como parámetro espacial de planeación para la gestión hídrica está en que la unidad de medida no concuerda con las jurisdicciones político-administrativas. Esto ha generado que la implementación del ordenamiento desde las cuencas tenga que basarse en acuerdos intermunicipales e interdepartamentales. Si bien, los acuerdos deberían ser la clave, lo que ha primado es la arbitrariedad sectorial como factor común en la toma de decisiones sobre el aprovechamiento del agua[13].
Esta problemática se evidencia con el desajuste geográfico que hay en el ciclo hídrico del abastecimiento de agua de Bogotá en el Sistema Chingaza, ya que en la gestión del agua es recurrente que los sectores responsables dividan su trabajo por tipos de usos o por las fuentes donde se capta el agua. Así, el Sistema Chingaza está compuesto por el embalse de Chuza que está en el municipio de Fómeque, mientras que el embalse de San Rafael está en el municipio de La Calera. Por ende, el sistema parte de una fragmentación en la gestión del agua que impacta tanto en el ciclo hídrico como a los habitantes de la cuenca[14].
En este sentido, según Ramirez y Yepes, el problema de esta fragmentación es que el ciclo del agua, del que hace parte el abastecimiento de la capital en el Sistema Chingaza, también tiene cabida en la cuenca del Orinoco, ya que este sistema es un trasvase[15] de cuenca que se realiza por la desviación del río Guatiquía al embalse de Chuza. Esto implica la modificación del ciclo natural del agua desde donde fueron planteadas las cuencas[16]. Desde el punto de vista de las microcuencas de los territorios, en el Sistema Chingaza coinciden: la cuenca del río Bogotá, la cuenca del río Guatiquía, la cuenca del río Guavio y la cuenca de los ríos Blanco, Negro y Guayuriba.
Es decir que la región de abastecimiento hídrico concentrada en el Sistema Chingaza está compuesta por Bogotá, San Juanito y El Calvario (municipios del Meta) y La Calera, Junín, Choachí, Fómeque y Guasca (municipios de Cundinamarca). Cabe resaltar que el abastecimiento de agua de Bogotá está integrado por tres sistemas: Chingaza, Tibitoc y Tunjuelito. La primera abastece el 80% del distrito y al municipio de La Calera, las otras dos complementan el porcentaje de la capital y los otros nueve municipios a los cuales se abastece desde la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB)[17].
Hasta el momento este sistema había permitido responder a la demanda de agua y al crecimiento urbanístico de Bogotá. No obstante, la alteración artificial de las corrientes hídricas ha afectado las fuentes de agua de la región Orinoquia, lo que se evidencia en su disminución[18]. Según Henry Márquez, líder ambiental de Villavicencio, el río Guatiquía:
catalogado como uno de los más importantes de Villavicencio, ha perdido por completo su caudal, iniciando otros procesos físicos y geológicos en la tierra como la sedimentación generada a partir del cauce o arrastre disminuido, que produce cada vez menos profundidad y por ende, menos espacio para almacenar el agua lluvia que cae durante la temporada invernal, esto es lo que efectúa las inundaciones que ponen en apuros a las comunidades que tienen sus viviendas en sitios aledaños a este río[19].
Así, con Chingaza I el caudal del Guatiquía se redujo en 14 metros cuadrados por segundo. Esto ha dado lugar a la pérdida de fuerza del río y de su capacidad de transporte, lo que ha afectado la flora y la fauna en el sector de influencia del proyecto, dado que se secó el cauce del río Frío[20]. A partir de esta situación, la EAAB ofreció unas compensaciones por los daños causados a los municipios de San Juanito (Meta), Fómeque, Guasca, Junín y La Calera (Cundinamarca), pero estas no se cumplieron[21].
A pesar de esta problemática, la EAAB planteó la creación de Chingaza II para continuar tomando el recurso hídrico del río Orinoco, con el propósito de seguir abasteciendo de agua a Bogotá y ampliar el alcance de dicho suministro a otros territorios aledaños a la capital[22].
En relación a estos proyectos se han generado debates que han profundizado las tensiones entre la Orinoquia y Bogotá[23]. También se han realizado movilizaciones pacíficas por parte de la sociedad civil afectada que habita la región y ambientalistas preocupados por la situación, pronunciamientos públicos y difusión de las problemáticas generadas por el Sistema Chingaza, a través de medios de comunicación nacionales, regionales y comunitarios[24].
En suma, el Sistema Chingaza no ha sido ejecutado con un criterio de equidad, sino que ha profundizado las desigualdades urbano-regionales, los conflictos socioambientales y los problemas socioecológicos, lo que ha impactado negativamente en los ciclos del agua de la Orinoquia. Por consiguiente, el Plan de Manejo Ambiental para el Sistema Chingaza de la EAAB evidencia incompatibilidades y problemáticas territoriales, ya que realiza actividades excluyentes y de manejo exclusivo por parte del Distrito[25]. Esta dinámica ha incrementado la tensión por el manejo adecuado de los recursos hídricos, dado que no se involucran los actores regionales en los procesos de toma de decisión sobre el tema.
Partiendo de esto, es preciso entender que el racionamiento de agua que vive Bogotá es una coyuntura que exige repensar las estrategias de uso, distribución y conservación del agua a nivel local, regional y nacional a mediano y largo plazo, en aras de no seguir profundizando las desigualdades urbano-regionales y balancear la oferta y demanda hídrica. Esto con el propósito de cimentar una gobernanza del agua justa y sostenible que asegure la participación regional y ciudadana, y el mantenimiento de los ciclos naturales del agua. De lo contrario, con los impactos del cambio climático y los efectos de estos en las cuencas hídricas, el crecimiento urbanístico acelerado y la disminución y contaminación de los recursos hídricos, se profundizarán los conflictos urbano-regionales por el agua en Colombia.
[1] Estudiante de Doctorado en Derecho, Magíster en Derecho Internacional, Magíster en Construcción de Paz y Politóloga de la Universidad de los Andes. Directora de la Fundación Grothendieck e Investigadora del Centro de Investigación de Cambio Climático (CICC) de la Academia de Cambio Climático y Derechos Humanos de esta organización.
[2] Ohchr. (2010). El Derecho al Agua. Recuperado de: https://www.ohchr.org/sites/default/files/Documents/Publications/FactSheet35sp.pdf
[3] Ohchr. (2010). El Derecho al Agua.
[4] Ohchr. (2010). El Derecho al Agua.
[5] Ohchr. (2010). El Derecho al Agua.
[6] Peña, Rafael. (2019). Gobernanza del Agua en el Sistema Chingaza: retos del ordenamiento urbano – Regional 1990-2016. Recuperado de: https://repositorio.unal.edu.co/bitstream/handle/unal/75780/1022329582.2019.pdf?sequence=1&isAllowed=y
[7] Ramírez, M., & Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, 6 (1), p. 51.
[8] Peña, Rafael. (2019). Gobernanza del Agua en el Sistema Chingaza: retos del ordenamiento urbano – Regional 1990-2016. P. 4
[9] Peña, Rafael. (2019). Gobernanza del Agua en el Sistema Chingaza: retos del ordenamiento urbano – Regional 1990-2016. P. 44
[10] Peña, Rafael. (2019). Gobernanza del Agua en el Sistema Chingaza: retos del ordenamiento urbano – Regional 1990-2016. P. 43
[11] Peña, Rafael. (2019). Gobernanza del Agua en el Sistema Chingaza: retos del ordenamiento urbano – Regional 1990-2016.
[12] Hernández B., A. (2001) Ordenamiento y desarreglo territorial en Colombia. Instituto de estudios constitucionales. Universidad Externado de Colombia.
[13] Ramírez, M., y Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. P. 35.
[14] Ramírez, M., y Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. P. 36.
[15] Los trasvases se entienden como obras hidráulicas que tienen como finalidad incrementar la disponibilidad de agua en una población añadiendo agua desde una cuenca vecina.
[16] Ramírez, M., y Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. P. 36.
[17] Ramírez, M., y Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. P. 44.
[18] Forero, Shirly. (2021). Chingaza II: Un incremento al extractivismo que sufren las cuencas hídricas de la Orinoquía. Recuperado de: https://elcuartomosquetero.com/chingaza-ii-un-incremento-al-extractivismo-que-sufren-las-cuencas-hidricas-de-la-orinoquia/
[19] Forero, Shirly. (2021). Chingaza II: Un incremento al extractivismo que sufren las cuencas hídricas de la Orinoquía. Párr. 5.
[20] El Tiempo. (28 de noviembre de 2000). La Orinoquia enfrenta a Bogotá. Recuperado de: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1290884
[21] El Tiempo. (28 de noviembre de 2000). La Orinoquia enfrenta Bogotá..
[22] El Tiempo (2000); Ramírez, M., y Yepes, M. (2011); Forero (2021).
[23] Periódico del Meta. (12 de abril de 2024). La Sombra de Chingaza II. Recuperado de: https://periodicodelmeta.com/la-sombra-de-chingaza-ii/
[24] Villavicencio Cambia Contigo. (30 de octubre de 2020). Proyecto chingaza ii le quitaría siete metros cúbicos de agua al piedemonte llanero. Recuperado de: https://historico.villavicencio.gov.co/Transparencia/BancoDocumentos/BOLETINES%20DE%20PRENSA/Vigencia%202020/Octubre/BOLETI%CC%81N%20418%20-%20VILLAVICENCIO%20CAMBIA%20CONTIGO.pdf
[25] Ramírez, M., y Yepes, M. (2011). Geopolítica de los recursos estratégicos: conflictos por agua en América Latina. P. 132.