La educación es un derecho fundamental que contribuye como ningún otro al fortalecimiento de la democracia con el pensamiento crítico y propositivo. Es, además, uno de los medios más importantes para distribuir el bienestar económico y las oportunidades a toda la sociedad, y para hacer conciencia de los modos de vida que valen la penar vivir, como lo afirman Sen y Nussbaum, el Desarrollo como libertad.
El esfuerzo que la sociedad colombiana ha dedicado a financiar la educación ha crecido de forma sostenida durante las últimas décadas. Uno de los indicadores más usados para medir ese esfuerzo es el gasto público en educación como porcentaje del PIB. En 1980 fue el 1,7% del PIB y aumentó al 4,9% en 2020. Solo a modo de referencia, el gasto público en educación de Chile es el 5.6% de su PIB.
A pesar del mencionado aumento, el esfuerzo del Estado colombiano no ha sido suficiente. Persisten grandes problemas de cobertura y calidad, principalmente en la educación media y universitaria. La tasa de cobertura neta en educación media – TCNEM es 46,9%, grosso modo uno de cada dos jóvenes entre 15 y 16 años está fuera del sistema educativo que lo forma para el futuro. En educación superior ocurre algo similar. La tasa bruta de educación superior en Colombia es 54%. En Uruguay es 102% y en Chile 93%.
Estas bajas coberturas tienen efectos directos e inmediatos en todas las esferas de la sociedad y la vida. Para poner un ejemplo no exento de controversia, la TCNEM es 58.8% en Bogotá y 47.9% en Valle del Cauca. Estás 2 regiones registran las tasas de homicidios más altas de Colombia, 88.4 y 74.4 respectivamente. La ampliación de cobertura y calidad de la educación media y superior debe ser una prioridad nacional. Sobran las razones. La pobreza y la falta de oportunidades educativas han arruinado el desarrollo socioeconómico de los jóvenes, y todo esto aumenta la probabilidad de que se involucren en la delincuencia organizada.
En términos de calidad el panorama es también crítico. En las Pruebas Pisa 2022 Colombia se situó en el antepenúltimo lugar. Los pobres resultados en ciencia y matemáticas son un serio obstáculo para el mejoramiento de capacidades en ciencia e innovación que tanto necesita la sociedad colombiana.
El sistema educativo colombiano ha sido mixto: público, privado y en concesión (público con gestión privada). Con muy buenas instituciones educativas públicas y con muy buenas privadas. Lo contrario también es verdad. En 2018, un estudio de la Universidad Nacional afirmó que los colegios en concesión han dado muy buenos resultados. En concreto, reconocía que estos colegios estaban logrando el objetivo de ofrecer educación de calidad a la población de más bajos ingresos. En 2015, 75% de los estudiantes de los colegios en concesión pertenecían a Sisbén 0, 1 y 2. En los colegios oficiales la participación de esta población era de 71%. Asimismo, los colegios en concesión obtuvieron mejores resultados que los colegios oficiales en la mayoría de los indicadores analizados: menor deserción, menor ausentismo, menor repitencia, mejores puntajes en las pruebas Saber 9 y 11, mayor acceso a instituciones de educación superior, entre otros. El estudio también señala las posibles explicaciones de las que el sistema público podría adoptar mejores prácticas.
No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato, afirmaba el famoso líder político chino Deng Xiaoping. La discusión sobre los retos educativos no debe centrarse en la disyuntiva público versus privado. Entre ambas modalidades de formación debe haber complementariedad para aprender mutuamente y mejorar.
En educación media y superior, la discusión debería centrarse en los retos del acceso, de la reducción en las brechas de calidad y de la retención en el sistema educativo.