El jueves 29 de agosto del presente año, Colombia despertó con la noticia de la reorganización armada de las FARC-EP, una segunda Marquetalia en palabras de Iván Márquez. En Twitter y WhatsApp, además de otros medios de comunicación, circularon desde primeras horas distintas impresiones y respuestas a dicha noticia. Breve y sencilla, la que más me impactó fue la del periodista Enrique Santos en Twitter: «Jamás me alcancé a imaginar que tendría que presenciar el surgimiento de las FARC dos veces en mi vida». De cara a esta coyuntura y a la celebración del Día Internacional de la Paz, quisiera proponer siete claves de lectura para aproximarse a la compleja realidad de la guerra y la paz en Colombia.
Primero un breve contexto. La reorganización de las FARC como estructura armada no ocurrió este pasado jueves. Tuvo su germen inicial en el propio despliegue del proceso de paz en la Habana, cuando sectores de esa guerrilla se mostraron inconformes con la misma idea de negociar y/o con los parámetros de la negociación. Luego se agudizó con el triunfo del No, el cual le dio la espalda no solo al proceso de paz adelantado, sino también a la enorme cantidad de víctimas y ciudadanos que votaron Si en el Plebiscito. Posteriormente, ciertas decisiones tomadas durante el Fast Track y la implementación, prendieron las alarmas sobre la seguridad jurídica de los exguerrilleros y sobre un trato asimétrico en el mecanismo de justicia del proceso de paz.
En ese sentido, la reorganización armada de esta guerrilla no es solo resultado de unos guerrilleros que se apegan a la lucha armada como su estrategia política, visión claramente debatible tanto en lo político como en el terreno de la ética, sino que lo es también de la respuesta del Estado colombiano, de ciertos políticos y sectores de la ciudadanía a la sencilla y a la vez compleja idea de la paz.
No se trata de justificar la decisión de los que hoy se identifican como guerrilla activa de las FARC. De lo que sí se trata es de comprender en profundidad qué está ocurriendo en el país. En ese sentido, quizás la clave más significativa(No. 1) para acercarse a la paz y la guerra en Colombia es que éstas deben ser comprendidas y analizadas, no solamente aproximadas desde las primeras reacciones viscerales que genera la continuidad de dicha guerrilla. La segunda clave que resulta crucial tiene que ver con que su entendimiento debe darse desde un pensamiento complejo y no desde uno dicotómico, simplista y/o maniqueísta. La paz y la guerra no son un asunto de blanco y negro. La tercera clave es que guerra y paz están atadas, son relacionales, y esto hace que contengan matices. La cuarta clave tiene que ver con que ambas solo pueden ser abordadas desde un lente procesual. La guerra y la paz no surgen un día cualquiera. Se cultivan. Se interpelan, se modifican una a la otra en un proceso de décadas, incluso de siglos. La violencia en Colombia ha sido consustancial a la conformación del Estado-nación, por eso debe entenderse como proceso.
Retomando la clave de la complejidad, valga señalar que la guerra nunca se fue con la firma del Acuerdo de Paz. En los territorios se mantuvieron las guerrillas del ELN y el EPL, además de las ya entonces disidencias de las FARC. La guerra del presente, cada vez más degradada por lo extendida en el tiempo y la diversidad de actores involucrados, es alimentada hoy en día en los territorios por grupos de narcotráfico con alianzas internacionales; por grupos de extrema derecha responsables de varios de los asesinatos y atentados contra líderes sociales; por las estructuras paramilitares formales e informales que no desaparecieron del todo con la desmovilización de la década pasada; por el retorno a los territorios de los paramilitares que ya cumplieron su condena en el marco de Justicia y Paz y; tristemente por algunas instituciones del Estado.
Una quinta clave que propongo para aproximarse a la realidad de la guerra y la paz en Colombia es que no puede ser leída desde Bogotá. La mirada capitalina parece no ver o no querer ver que el país está ardiendo desde hace meses (años). En el Caribe, ciudades y departamentos como Santa Marta, el César y Córdoba son testigos de una violencia con diversos matices, que no solo busca el control de la producción y tráfico de las drogas, sino también el territorial y de la población, así como el impedimento de cualquier avance en la materialización del Acuerdo de Paz. A la paz de unos se le opone la guerra de otros y viceversa, al tiempo que la guerra de unos es útil también para la guerra de otros.
El Chocó, el Cauca, las comunidades indígenas y afrodescendientes, los campesinos, los líderes y las víctimas están siendo objeto desde antes del jueves 29 de agosto de una violencia extrema que nos debe llevar a preguntarnos ¿por qué de nuevo ellos y ellas y esos territorios son objetivo militar?
Pensando desde la clave relacional, es urgente que la sociedad se pregunte ¿cuál es la responsabilidad de las y los ciudadanos en mantener la guerra y/o en construir la paz? Es increíble la frivolidad y asimetría con la que los medios de comunicación nos hablan de la realidad nacional, en particular los noticieros. Entre el 26 y 28 de agosto, en la ciudad de Pasto, tuvo lugar el Segundo Encuentro por la Verdad organizado por la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda a Personas dadas por Desaparecidas. El cubrimiento en los diversos noticieros sino fue nulo fue insuficiente para dar cuenta de que a pesar de todos los obstáculos y en medio de la guerra, hoy se avanza en la construcción de paz en el país.
El tema central de este encuentro fue el reconocimiento a las mujeres y familiares buscadoras de personas dadas por desaparecidas, una realidad permanentemente invisibilizada por el Estado, los victimarios y el conjunto de la sociedad. Este tipo de eventos deberían tener una enorme resonancia en el país, porque son los que ayudan a construir una paz transformadora y a avanzar en un ejercicio de co-existencia en una Colombia profundamente rota y resquebrajada.
Para terminar, dos claves más de aproximación a la guerra y la paz en Colombia. La sexta clave invita a alejarnos de una lectura de la una y la otra como espectáculo. Márquez y Santrich aparecen en el video que anuncia su guerra defensiva desplegando armamento y uniformes militares, y erigiéndose en voceros de quienes no los hemos designado como tal, asumiendo una posición de mesías Rambo, cuyo mensaje de guerra y espectáculo no deberíamos replicar pues amplifica varios de sus objetivos, entre ellos la militarización de la sociedad.
La séptima clave invita a imaginar y hacer la paz desde una esperanza comprometida. Esto implica reconocer que la paz es un proceso, que no es fácil alcanzarla y que solo será posible si una amplia mayoría le apuesta a su construcción en la vida cotidiana. Eso requiere comprender la violencia en su complejidad y hacer algo para coadyuvar a tejer una sociedad que ya no fanfarronee más con la militarización, con fusiles, pistolas, amenazas, asesinatos, desapariciones, estrategias militares y actitudes de guerra en la política y la vida cotidiana. Para ello requerimos políticos y ciudadanos firmemente anclados en una paz transformadora, dispuestos a distanciarse del habitus cotidiano y corporal de la guerra. Esto requiere rechazar todos los actores de la guerra y tipos de violencia, solidarizarse con todas las víctimas y apoyar a quienes han decidido alejarse de la ruta armada para apostarle a otro futuro.
Nota: El presente análisis es resultado de las investigaciones que la profesora adelanta, las cuales incluyen trabajo de campo en regiones.